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.En esto, estaba don Rafael atentamente mirando la cruel y bientrabada riña, y vio y notó que de parte de los que más se señalabande las galeras lo hacía gallardamente un mancebo de hasta veinte ydos o pocos más años, vestido de verde, con un sombrero de lamisma color adornado con un rico trencillo, al parecer de diamantes;la destreza con que el mozo se combatía y la bizarría del vestidohacía que volviesen a mirarle todos cuantos la pendencia miraban;y de tal manera le miraron los ojos de Teodosia y de Leocadia, queambas a un mismo punto y tiempo dijeron:-¡Válame Dios: o yo no tengo ojos, o aquel de lo verde es MarcoAntonio!Y, en diciendo esto, con gran ligereza saltaron de las mulas, y,poniendo mano a sus dagas y espadas, sin temor alguno seentraron por mitad de la turba y se pusieron la una a un lado y laotra al otro de Marco Antonio (que él era el mancebo de lo verdeque se ha dicho).-No temáis -dijo así como llegó Leocadia-, señor Marco Antonio,que a vuestro lado tenéis quien os hará escudo con su propia vidapor defender la vuestra.-¿Quién lo duda? -replicó Teodosia-, estando yo aquí?Don Rafael, que vio y oyó lo que pasaba, las siguió asimismo y sepuso de su parte.Marco Antonio, ocupado en ofender y defenderse,no advirtió en las razones que las dos le dijeron; antes, cebado enla pelea, hacía cosas al parecer increíbles.Pero, como la gente dela ciudad por momentos crecía, fueles forzoso a los de las galerasretirarse hasta meterse en el agua.Retirábase Marco Antonio demala gana, y a su mismo compás se iban retirando a sus lados lasdos valientes y nuevas Bradamante y Marfisa, o Hipólita yPantasilea.En esto, vino un caballero catalán de la famosa familia de losCardonas, sobre un poderoso caballo, y, poniéndose en medio de 23las dos partes, hacía retirar los de la ciudad, los cuales le tuvieronrespecto en conociéndole.Pero algunos desde lejos tiraban piedrasa los que ya se iban acogiendo al agua; y quiso la mala suerte queuna acertase en la sien a Marco Antonio, con tanta furia que dio conél en el agua, que ya le daba a la rodilla; y, apenas Leocadia le viocaído, cuando se abrazó con él y le sostuvo en sus brazos, y lomismo hizo Teodosia.Estaba don Rafael un poco desviado,defendiéndose de las infinitas piedras que sobre él llovían, y,queriendo acudir al remedio de su alma y al de su hermana ycuñado, el caballero catalán se le puso delante, diciéndole:-Sosegaos, señor, por lo que debéis a buen soldado, y hacedmemerced de poneros a mi lado, que yo os libraré de la insolencia ydemasía deste desmandado vulgo.-¡Ah, señor! -respondió don Rafael-; ¡dejadme pasar, que veo engran peligro puestas las cosas que en esta vida más quiero!.Dejóle pasar el caballero, mas no llegó tan a tiempo que ya nohubiesen recogido en el esquife de la galera capitana a MarcoAntonio y a Leocadia, que jamás le dejó de los brazos; y,queriéndose embarcar con ellos Teodosia, o ya fuese por estarcansada, o por la pena de haber visto herido a Marco Antonio, o porver que se iba con él su mayor enemiga, no tuvo fuerzas para subiren el esquife; y sin duda cayera desmayada en el agua si suhermano no llegara a tiempo de socorrerla, el cual no sintió menorpena, de ver que con Marco Antonio se iba Leocadia, que suhermana había sentido (que ya también él había conocido a MarcoAntonio).El caballero catalán, aficionado de la gentil presencia dedon Rafael y de su hermana (que por hombre tenía), los llamódesde la orilla y les rogó que con él se viniesen; y ellos, forzados dela necesidad y temerosos de que la gente, que aún no estabapacífica, les hiciese algún agravio, hubieron de aceptar la oferta quese les hacía.El caballero se apeó, y, tomándolos a su lado, con la espadadesnuda pasó por medio de la turba alborotada, rogándoles que seretirasen; y así lo hicieron.Miró don Rafael a todas partes por ver sivería a Calvete con las mulas y no le vio, a causa que él, así comoellos se apearon, las antecogió y se fue a un mesón donde solíaposar otras veces.Llegó el caballero a su casa, que era una de las principales de laciudad, y preguntando a don Rafael en cuál galera venía, le 24respondió que en ninguna, pues había llegado a la ciudad al mismopunto que se comenzaba la pendencia, y que, por haber conocidoen ella al caballero que llevaron herido de la pedrada en el esquife,se había puesto en aquel peligro, y que le suplicaba diese ordencomo sacasen a tierra al herido, que en ello le importaba el contentoy la vida.-Eso haré yo de buena gana -dijo el caballero-, y sé que me le daráseguramente el general, que es principal caballero y pariente mío.Y, sin detenerse más, volvió a la galera y halló que estaban curandoa Marco Antonio, y la herida que tenía era peligrosa, por ser en lasien izquierda y decir el cirujano ser de peligro; alcanzó con elgeneral se le diese para curarle en tierra, y, puesto con gran tientoen el esquife, le sacaron, sin quererle dejar Leocadia, que seembarcó con él como en seguimiento del norte de su esperanza [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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