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.algunas están delante de la luna pero hay otras detrás.- No - replicó Píndaro -.No, Latro, eso no lo veo.¿Nos vamos ya?Asentí.Cuando hubimos salido del cementerio y estábamos ya a medio camino de lamansión de Kaleos, Píndaro me dijo:- No me sorprende que no tuvieras miedo de la muchacha muerta, Latro.Eres muchomás aterrador tú que ella.La auténtica maravilla es que ella no tuviera aparentementemiedo de ti, aunque quizá sí lo tuviera.La puerta estaba cerrada y aunque llamamos nadie acudió para abrir, pero no resultódemasiado difícil encontrar un lugar donde el muro había caído no habiendo sidolevantado de nuevo.- Mi cuarto tiene aún medio tejado - me dijo Píndaro -.Kaleos me llevó hasta él y medijo que era el mejor de la casa; probablemente lo sea, exceptuando el suyo propio.Puedes compartirlo conmigo si quieres.- No - respondí -, ya tengo un sitio donde dormir.- Como desees.- Suspiró y me sonrió -.Esta noche habrás sacado de nuestrasaventuras como mínimo una capa, en tanto que yo he conseguido dos lechuzas, y poseí auna mujer.Hay veces en que he ido mucho más lejos y he vuelto con menos.Buenasnoches, Latro. Fui a la habitación donde estaban durmiendo el hombre negro e Io.Ella se despertó yme preguntó si me encontraba bien.Cuando le dije que así era me contó que Fie habíavuelto un poco antes y que Kaleos le había dado una paliza horrible.Le aseguré que nadie me había pegado y me tendí junto a ella.No tardó en dormirsepero yo seguía estando asustado y no podía conciliar el sueño.La luna que se habíaestado ocultando cuando Píndaro y yo caminábamos de vuelta hacia la ciudad se habíalevantado nuevamente en los cielos, por imposible y contrario a toda razón que puedaparecer, y al verla me recordó el ojo de la muerta cuando lo entreabrió para contemplar aEuricles.El alba penetraba por los agujeros del techo.Me senté y escribí todo lo ocurrido desdela última vez en que tuve ocasión de hacerlo.Estoy llegando al final y veo en la parteexterior de mi pergamino que debo leerlo cada día, así que ahora comenzaré.Quizácuando lo haya leído entenderé a qué se refería la muerta y hacia dónde debo ir.17 - Camino de AdvenimientoHay muchas posadas.Aunque llegamos cuando aún era de día ya era demasiado tardepara acudir a la casa del dios, y Píndaro ha tomado una habitación para nosotros en estaposada, que se encuentra sólo a unos estadios de distancia.La casa es un cubo huecoque tiene dos pisos, y el cuarto en el que estamos es doble: tiene la misma forma que elbrazo de un hombre al curvarse, pero es mucho más grande.Lo primero que puedo recordar de este día es la comida con Kaleos y las otrasmujeres.Conocía su nombre de algún momento anterior, pues la llamé así cuando trajeun poco de carne hervida y fruta, así como el vino y el agua, para preguntarle si podíallevarle algo de comida a Io y el hombre negro.Kaleos me dijo que podían venir aquí ycomer en la mesa grande.(Creo que fuimos el hombre negro y yo quienes la pusimos eneste lugar, porque cuando llegó el momento sabíamos cómo desmontarla.)Las mujeres estaban hablando de lo felices que serían ahora estando de nuevo en laciudad y de que debían ir al mercado para comprar joyas y vestidos nuevos.Aunque el solestaba ya en su cenit creo que casi todas llevaban muy poco tiempo levantadas de lacama.En ese momento entró un hombre que bostezó y se frotó luego los dientes con untrozo de tela.Le hice sitio en la mesa y él me dijo:- Soy Píndaro.¿Te acuerdas de mí, Latro?- Sí - respondí -, recuerdo cómo nos separamos la noche anterior y esta mañana heleído mi pergamino.Tu nombre aparece ahí escrito con mucha frecuencia.Píndaro, deboencontrar al médico de la Tierra del Río.Cuando mencioné la Tierra del Río todas las mujeres callaron para escucharme.- ¿De quién se trata? - inquirió Píndaro.- Es el hombre que me atendió después de la batalla.Me dijo cuál era mi nombre; lohabía sabido a través de los hombres que estaban conmigo en el manípulo.¿Te dascuenta de lo importante que es encontrarle? Esos hombres sabían quién era yo, así quedeben saber de dónde vengo.- ¿Y tú quieres descubrir de dónde vienes? - me preguntó Píndaro -.No habías habladomucho de eso anteriormente.- ¡Sí!- Creo que está mejorando cada vez más - le dijo a Kaleos -; hasta ahora no le habíavisto tan cerca de la normalidad.Latro, debes ir al templo de la Gran Madre.¿Leíste esotambién en tu pergamino?Le expliqué cómo había leído las palabras del Dios Resplandeciente: «Caíste junto aun altar de la Gran Madre y a uno de sus altares debes volver».- Bueno, pues ahí lo tienes perfectamente explicado. - ¿Quién es la Gran Madre? - preguntó una mujer, y Píndaro la hizo callar con un gesto [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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